Nos comimos a unos cuantos vecinos para no defraudar a nuestros líderes. Los caídos eran individuos apocados y débiles que, a la postre, habían sucumbido al hambre, la privación y al rigor de nuestra disciplina. Recogimos sus cuerpos desmembrados y dimos cuenta de ellos.
El nuevo orden había devenido en una jerarquía férrea; debíamos mostrar nuestra obediencia al espíritu colectivo y una estricta observancia de las reglas.
Tras una jornada agotadora, me disponía a recobrar fuerzas en el asentamiento. Un extraño olor atrajo mi atención. Decidí indagar al margen del grupo. Un individuo hosco y malencarado –un forastero– me retó; no había otra opción: lucharíamos a muerte.
FIN
Nota del autor: experimentando con los microrrelatos. Hasta 100 palabras sin contar con la frase de inicio ni el título. Quería haberlo enviado a Relatos en Cadena, pero llegué tarde. Así que lo publico aquí. Que sirva de entrenamiento (y desahogo).