Lo sé, soy un nostálgico. Añoro el roce de sus atentas manos, su voz cálida y aquella mirada generosa y profunda; sus ojos de un color entre verde y oro.
Me apresuré en terminar la carta, no sabía cuánto duraría el espejismo de mi lucidez. Debía luchar contra cualquier atisbo de duda, mantener mi determinación.
Di cuenta de las pastillas, me sumergí en el baño y esperé. Me embargaron los recuerdos, me aferré tercamente a ellos; mejor un instante de luz que una existencia huera, sombría.
Entonces todo se esfumó, como en un truco siniestro. Me incorporé, somnoliento y aturdido.
FIN