Cuando se ausentaba de casa todos languidecíamos. Nos volvíamos huraños, la extrañábamos doblemente.
Los cajones de la gran cómoda permanecían cerrados, las sillas aguardaban bajo los tableros de la mesa del salón, la vajilla de porcelana no menguaba; las luces no parpadeaban.
Entonces convocábamos aquellas sesiones para preguntarle cuándo volvería y ella nos respondía, resuelta: “dejadme descansar en paz”.
Y era paradójico, porque llevaba así más de un lustro. Pero sabíamos que volvería cuando se marchitasen sus flores, así era ella de presumida. Genio y figura.
FIN
#RelatosenCadena, semana 17.
Magnifico
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muy bueno.Enhorabuena!!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me alegro de que te haya gustado. Muchas gracias por pasarte y comentar.
Un fuerte abrazo, ¡nos leemos!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pingback: Tiempo de recuento (crónica del año que se va) | Blog de Aldegunde