Los padres de Tomás insistían en recuperar al estúpido de su hijo para la olimpiada de matemáticas. De nada sirvieron las peroratas del tutor sobre sus habilidades futbolísticas; ellos seguían empeñados en hacer del zagal el más afamado geómetra del siglo XXI. Terciaba su progenitor:
–Grande es la belleza que encierran las figuras: puntos, rectas, curvas y superficies. ¡Con un poco de práctica, estarás a la altura de Euclides y Descartes!
Tomás escuchaba embelesado, sin entender ni papa. Solo sabía de esféricos y rectángulos de juego.
Tras devanarse los sesos, se le ocurrió una gran idea. Les dijo, solemne:
–Padre, madre; he descubierto mi vocación: quiero ser juez de línea.
FIN
Jaja… Parece que el niño era algo ingenioso después de todo. Un abrazo.
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…Y muy forofo del fútbol jaja. Gracias por pasarte y comentar. Otro abrazo para ti.
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