Temblamos cuando llega la brisa, y esto hace que se alejen despavoridos. Nos queda el recuerdo del suave aleteo, la efímera belleza de un canto. Pero rápido se desvanecen y solo queda el silencio y una inmóvil soledad.
Y nadie lo diría, pues lucimos nuestras mejoras galas: raídos jerséis de estrafalarios colores, ajados pantalones vaqueros con dobladillo. Algunos –los más elegantes– llevamos sombrero de punta.
Anoche Luna me trajo sus zapatos de domingo. Partiré al alba; sé que guardará el secreto –es una niña muy lista–. A cambio, cuando vuelva le traeré larguísimas plumas blancas de mirlo.
FIN
Realmente brillante y con un lenguaje precioso. Me ha encantado
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¡Muchas gracias! Un beso enorme.
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