Cuando acabes la dejas fuera. Fue la única condición que impuso el sacerdote. Eso y que todo ocurriese de madrugada, cuando la iglesia está cerrada a cal y canto.
La noche fue larga; dura. Apenas quedaban resquicios de la niña. Su sonrisa había devenido en una mueca burlona y obscena, que solo mostraba podredumbre. Sus ojos eran una puerta abierta hacia el mal al que yo, insensato, me atreví a mirar.
La dejé a las puertas, poco antes del alba. Cansado y confundido, me perdí en un sueño convulso, en el que una legión de mil voces gritaba. Desperté, angustiado, deseando abrazar la oscuridad.
FIN
Ahora le toca a el … Vade Retro Satanás! ¡Me gustó! ¡Nos leemos!
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¡Muchas gracias! un abrazo y éxito con el segundo libro. ¡Nos leemos!
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