Si dijera que sentí dolor mentiría. Apenas unos minutos antes estaba en una de las barcazas; hacia popa, en la fila de estribor. Muchos rezaban, otros temblaban y vomitaban.
El fuego enemigo nos sorprendió antes incluso de accionar la rampa. Vi caer a Sizemore y a Vitali. A Burns lo hirieron mientras saltaba. Aquella mañana de junio el agua estaba fría.
Corrí, Dios sabe cuánto, para alcanzar la orilla. Me crucé con Otero, que liberaba su fusil del plástico. Sonó un estruendo y, de repente, me encontré mucho más liviano. Eché de menos mi arma, que hallé en la arena, a escasos centímetros del brazo cuya mano, temblorosa, aún la asía.
FIN
En memoria de Manuel Otero. Y de tantos otros.
Me ha gustado mucho lo conciso y natural del relatillo. ¡Nos leemos!
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Muchas gracias amigo, me alegro de que te haya gustado. Un abrazo y ¡nos leemos!
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