A seguir viendo la tele otros sesenta minutos, hasta que se agote el crédito. Cualquier cosa menos tener que aguantar a esta pandilla de tarados tras de mí.
No sé qué hago en esta institución. Me empeño en hablar con doctores, demostrarles que no hay nada que funcione mal en mi cabeza. Ellos me miran, con cara de paciencia y circunstancias.
No entienden que no tuve más remedio: me harté de sufrir a diario los mismos rostros malencarados y hostiles en el andén conspirando, acechando. Podía escuchar sus voces susurrando, percutiendo sobre mí. Persiguiéndome como un enjambre de avispas.
Tenía que poner las cosas en su sitio. Por eso les di un empujoncito.
FIN
Un caso de esquizofrenia paranoide muy claro. Qué duro vivir con esa enfermedad… Abrazos
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¡Hola, Mayte! Pues sí…Y menudo enigma, el cerebro…Muchas gracias, por pasarte, leer y comentar. Otro abrazo para ti. ¡Seguimos!
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La cabeza nos juega pasadas irreparables. Abrazo.
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Así es. Un lugar complicado, el cerebro…¡Muchas gracias por pasarte, leer y comentar! Otro para ti.
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Me gustó mucho; me identifico con esas ganas de dar algunos empujoncitos… jaja!
Abrazo!
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¡Muchas gracias por pasarte, leer y comentar!. Otro para ti.
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