Le obligaron a sentarse en el sofá, junto a sus zapatos. Sus pies descalzos ofrecían pocas dudas: eran bastos, coronados de callos, un sinfín de durezas, odiosas verrugas y algún que otro pelo descarriado que crecía sin ton ni son en su empeine. Sin embargo, con ayuda de un calzador mágico y no poca determinación, consiguió encajar sus monstruosos pinreles en las delicadas botas de cristal.
El príncipe se llevó una mano a la barbilla, contrariado.
Se estaba quedando sin sitio en el cuento.
FIN
Pues los príncipes deberían metamorfosearse, los demás según cómo morir mejor que renovarse,…porque a veces las renovación no es más que una impostación sustentada por la exterioridad….buenos estos mricrocuentos con mucho quépensar….yno es fácil hacerlo…felicidades
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¡Buena reflexión! ¡Mira que le has sacado punta, jaja! Me alegro de que te haya gustado. Un abrazo fuerte.
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Me gusta la descripción 🙂
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¡Muchas gracias! Un fuerte abrazo.
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El despertar de esas pisadas… 🌷
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¡Una manera diferente de interpretar el cuento! Un abrazo.
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