
Los encontré en los pasillos, mientras aguardaban por los chavales de Gesto que organizaban la concentración. Había cierto nerviosismo, parecía que a pesar de la lluvia nos juntaríamos algunos más que de costumbre. Yo miraba alrededor con aire escéptico; en aquel grupo más o menos heterogéneo habían entrado muchos y salido no pocos, agotadas las ganas, amortizado el factor novedad, por la incomodidad de la exposición o simplemente por lo absurdo de abrazar causas ajenas.
Bajamos las escaleras que daban al gran vestíbulo del instituto y enfilamos la salida. Abrimos paso a los que, en retaguardia, se afanaban en cambiar el contador de la pancarta. Cada semana se actualizaba –guarismos que describían la dimensión de una triste realidad–. Hoy tocaría el trescientos noventa. Demasiados días para cualquier cosa, tanto más en un zulo.
Nos fuimos amontonando en el exterior de la puerta, parapetados debajo del exiguo saliente que, con…
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Definitivamente, me gusta como escribes Jorge.
😊
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¡Muchas gracias, Awilda! Te mando un abrazo fuerte. ¡Ánimo con el nuevo Masticadores! ¡Nos leemos!
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