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Los desguazabots ya venían de camino, así que comprobé el apagado. Había desinfectado con esmero cada componente y copiado ciertos vídeos para cuando llegase el asistente artificial de reemplazo.
Me recreé en su piel: seguía erizándosele el vello sintético a partir de la segunda caricia, por más que el algoritmo de obsolescencia se hubiese completado. A mí, para variar, se me había endurecido la entrepierna. Llamaron a la puerta.
Dos policías del régimen flanqueaban a una mujer. Entraron sin pedir permiso, manteniendo la distancia social.
–Sr. X, nos gustaría hablar con usted antes de sustituir a Bianka –dijo ella.
–¿Y bien?
–Verá. Nos inquietan sus…costumbres sexuales.
FIN
P.D. Ahora que se han puesto de moda las fases de la desescalada, me adelanto a publicar este micro. Mañana, seguro, el suelo volverá a cambiar. Pero eso será otra historia.
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