«El árbitro añadió catorce minutos», logré decir. El tipo arqueaba una ceja, todo un maestro en sembrar la duda razonable. Dominaba los tiempos y el público –un hatajo de robots con algoritmos predecibles– reía sus gracias. «Un dato interesante», añadió con ironía. «Pero se trata del nombre del colegiado. ¿Lo recuerda, amigo?».
Dependía de aquella pregunta, la última del concurso, y había agotado los comodines. Me jugaba una plaza en aquella misión espacial para largarme de aquel planeta enfermo.
«¿Y bien?», añadió.
Desesperado, recordé el curioso nombre que le habían puesto al transbordador. Como un resorte, accioné el pulsador. Entonces, vi cómo se congelaba su sonrisa.
FIN
Me recuerda a un chiste que siempre me ha hecho mucha gracia de un avión que se va a caer porque sobran 80 kilos y deciden que tiraran por la borda al primero que falle una pregunta…
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No me lo sé pero… ¡Me pido ser el que pregunta…!
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Es un chiste políticamente incorrecto…
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👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼
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¡Gracias! Un beso.
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