MasticadoresArchipiélago Editora Felicitas Rebaque

Arreciaba la lluvia y aquel viento inclemente. Intentó calarse el sombrero, buscar protección e intimidad bajo el aparatoso paraguas. Se sentía pesado después del almuerzo y pensó que le haría bien caminar por las callejuelas de un anegado París. La primavera pronto daría esplendor a los jardines y cedería al espectáculo de los árboles en flor. Empero, Pierre Curie caminaba absorto; su envidiable intelecto remedaba enfrascado en no pocos pensamientos que anhelaba poner en orden. De una parte, las infinitas posibilidades de la radiactividad aplicada; contaban al fin con medios y reconocimiento –gracias a un Nobel otorgado con sordina, al que él no hubiera dudado en renunciar–. Recordaba las incontables horas de esfuerzo y concentración en lóbregos y mal dotados laboratorios. Noches iluminadas por conspicuos tubos de ensayo aislando radio y polonio. Manos hábiles, inasequibles al desaliento y a las dolorosas costras y llagas que, conscientemente, habían resuelto ignorar.
De…
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