Estas humedades que me están matando se añaden a las llagas de los pies, resultado de las largas caminatas diarias. Quisimos hacerlo en invierno; así disfrutaríamos de la soledad, y los encuentros –nos dijeron– serían más profundos.
Pero no tengo prisa por llegar: cada brizna de hierba, la luz del atardecer, el ritmo de mis pasos y las palabras de ánimo de los viajeros –tan oportunas– me confieren fuerza y valor. Los asuntos del mundo languidecen, minúsculos, más allá de las estrellas.
Ahora sé que andaba perdido y el Camino me encontró.
FIN
Sí, los caminos suelen ser más interesantes que el destino. Buena perspectiva la que aportas. Un abrazo
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¡Muchas gracias por pasarte, leer y comentar! Otro abrazo para ti.
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