Cojo tu mano y salimos corriendo de aquel espanto. Se escuchan lamentos anónimos, perdidos en una oscuridad que todo lo engulle. Entonces te miro: cada vez cojeas más; te fatigas. Te llevas la mano al costado. Cuando la tomo está empapada de sangre espesa y caliente. Estamos ya casi fuera: solo un último esfuerzo más. Dices que no puedes, que te fallan las piernas. Me adelanto, seguro de volver con refuerzos. Hay bomberos más adelante. Les señalo el lugar en el que esperas. Me apartan y, en ese instante, el mundo se desvanece para mí.
***
Me despierto; sé que he vuelto revivirlo. Me espera otro día gris y anodino en el que no pasará nada. Todos me miran y se compadecen. Tratan de convencerme de que, después de todo, he tenido mucha suerte de poder contarlo. Que no está en mis manos decidir quién vive y muere.
Yo me afano en conservar la lucidez y, también, la consciencia. Alargo los días y procuro no dormir. Pero todo resulta en vano: la oscuridad, al final, siempre me atrapa. Y hay algo enfermizo, tenebroso y cruel. Como si, después de todo, mi único consuelo fuera soñar la noche en la que no pude salvarte.
FIN
No poder perdonarnos el seguir respirando…besos al vacío desde el vacío
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¡Así es! Muchas gracias por pasarte, leer y comentar. ¡Un fuerte abrazo!
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“Como si, después de todo, mi único consuelo fuera soñar la noche en la que no pude salvarte.”
Este amarre quema la conciencia. La impotencia de ser nadie ante la muerte. Cuando tienes de frente unas manos buscando las fuerzas que no tienes. Después te toca seguir el camino solo, sin poder reconciliar la culpa.
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Pues sí. Es una de las facetas más duras de sobrevivir a alguien, supongo. Fuerte abrazo para ti, Francisco. Muchas gracias por pasarte, leer y comentar.
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Sueños que son pesadillas para toda una vida, espero que no fuera problemade freno 🙂
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Mmm… La verdad es que se me habían ocurrido diferentes tipos de accidentes. pero todos con la misma consecuencia. Es algo que queda abierto al lector. ¡Muchas gracias, Juan Carlos, por pasarte, leer y comentar! Abrazos.
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Lo digo porque yo me dedico a que los trenes frenen…
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¡Ostras! No había caído. ¡Y mira que yo también me dedico al ferroviario! Simplemente había pensado en un túnel oscuro. Pero mira, a lo mejor me salió la profesión…
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Hacía tiempo que no me pasaba por aquí… Triste, este relato. Dudo que el protagonista olvide lo que sucedió en ese túnel. Un abrazo.
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¡Buenas, Mayte! Gracias por pasarte, leer y comentar. Es un relato triste, sí. La vida puede cambiar en un instante… ¡Un abrazo!
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Un buen final que redondea la atmósfera creada, enhorabuena por tan gran trabajo. Un abrazo
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¡Muchas gracias, Sergio! Me alegro de que te haya gustado. Fuerte abrazo para ti.
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