El accidente

Imagen tomada de Pinterest

Cojo tu mano y salimos corriendo de aquel espanto. Se escuchan lamentos anónimos, perdidos en una oscuridad que todo lo engulle. Entonces te miro: cada vez cojeas más; te fatigas. Te llevas la mano al costado. Cuando la tomo está empapada de sangre espesa y caliente. Estamos ya casi fuera: solo un último esfuerzo más. Dices que no puedes, que te fallan las piernas. Me adelanto, seguro de volver con refuerzos. Hay bomberos más adelante. Les señalo el lugar en el que esperas. Me apartan y, en ese instante, el mundo se desvanece para mí.

***

Me despierto; sé que he vuelto revivirlo. Me espera otro día gris y anodino en el que no pasará nada. Todos me miran y se compadecen. Tratan de convencerme de que, después de todo, he tenido mucha suerte de poder contarlo. Que no está en mis manos decidir quién vive y muere.

Yo me afano en conservar la lucidez y, también, la consciencia. Alargo los días y procuro no dormir. Pero todo resulta en vano: la oscuridad, al final, siempre me atrapa. Y hay algo enfermizo, tenebroso y cruel. Como si, después de todo, mi único consuelo fuera soñar la noche en la que no pude salvarte.

FIN

12 comentarios en “El accidente

  1. “Como si, después de todo, mi único consuelo fuera soñar la noche en la que no pude salvarte.”

    Este amarre quema la conciencia. La impotencia de ser nadie ante la muerte. Cuando tienes de frente unas manos buscando las fuerzas que no tienes. Después te toca seguir el camino solo, sin poder reconciliar la culpa.

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