
De toda la vida, un donnadie. Huérfano, había crecido al socaire de sus hermanos adoptivos; un superviviente acostumbrado a refugiarse en los libros de las aristas de un mundo hostil.
Pero había aprendido a apreciar los signos. Mensajes ocultos que, cuidadosamente, anotaba y descifraba. Y que señalaban un día y una hora que, inexorablemente, se acercaban.
Ahora todos hablaban de las luces que iluminaban la noche, más que lunas y estrellas. El apocalipsis, decían los agoreros. Auroras surgidas del cambio climático; la teoría más extendida.
Sonrió mientras aguardaba el nuevo orden. Cuando llegasen los visitantes, revelaría su verdadera identidad. Y solo entonces, ajustaría cuentas.
FIN
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