
Imagen de Pinterest
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Me hace entrar en mi nuevo hogar, confiada y serena. Como solo lo sabe hacer una madre. Mi cuerpo de niña remeda el mejor disfraz, así que extiendo mi diminuta mano mientras recorremos las estancias. Al fondo del pasillo, a la izquierda, está mi habitación. Acciona el interruptor, y una miríada de bombillas proyectan formas infantiles en las paredes. De una de ellas cuelga un crucifijo. De repente, una rabia atávica e incontrolable me invade. La náusea me obliga a cerrar los ojos. Las luces parpadean. Cuando consigo dominarme, ella me dedica una mirada dulce.
Tiempo tendrá de saber que somos muchos aquí dentro.
FIN