
By Jorge Aldegunde
Al despertar, se vio atado de pies y manos en un destartalado catre. Se notaba aturdido y desorientado. Había un muchacho en la habitación. Tenía una expresión huidiza, mezcla de miedo y curiosidad.
Trató de hablar, pero un pañuelo le tapaba la boca –solo podía balbucear–. El joven se sobresaltó al oírlo.
–No debes hacer ruido, o ella vendrá.
Angustiado, comenzó a agitarse; la cama vibró sobre sus pesadas patas mientras él forcejeaba.
Un ruido de cristales rotos en la planta superior los sobresaltó.
–Te lo dije –espetó el chico–. Has enfadado a mamá.